Tres burgaleses trabajan en plena selva peruana ayudando en los proyectos que allí tiene la ONG Persona Solidaridad.
Después de una singular odisea de vuelos cancelados, inexistentes o retrasados, los burgaleses José María Antón, Beatriz García y Soraya Cámara se plantaron en Lima (Perú) a principios de este mes con la intención de trabajar en los proyectos que allí tiene la organización no gubernamental Persona Solidaridad, vinculada a la asociación Parteluz del Círculo Católico. Se trata de una entidad creada hace seis años y que ya ha puesto en marcha varios proyectos en el corazón de la selva peruana.
Villa Rica se llama la localidad de referencia y allí Cajacírculo ha financiado la construcción de un taller-panadería, un comedor en un colegio para niños con discapacidad y otro en una escuela de Primaria y Secundaria en el pueblo cercano de Eneñas. Además de estas iniciativas de mayor calado, es frecuente el envío de material escolar a varias escuelitas de diferentes comunidades, medicamentos para un botiquín, víveres para las comunidades indígenas y el apadrinamiento de niños.
La labor que están desarrollando allí estos voluntarios burgaleses es muy amplia. Echan una mano allí donde hace falta: «Damos charlas en diferentes escuelas del pueblo de concienciacion en contra del maltrato o alcoholismo o cualquier tema que se nos plantee y sea interesante y solemos colaborar en una radio local», explica desde allí Soraya Cámara, estudiante de Comunicación Audiovisual de la UBU.
«Vosotros tenéis el reloj, nosotros tenemos el tiempo» es una de las primeras cosas interesantes que han escuchado en aquellos pueblos recónditos. «Nos estamos enfrentando a una realidad que no se ajusta a nuestras costumbres y que funciona de una forma completamente distinta», señala Soraya.
La tranquilidad de la vida de esas gentes y la espectacularidad del paisaje es lo que más les ha llamado la atención: «Las calles están llenas de la vitalidad que dan los niños, las relaciones entre las personas están por encima de las obligaciones, la vida adquiere mayor importancia que cualquier bien material. Creo que estamos aprendiendo más de lo que venimos a aportar».
En el recuerdo les queda la locura vivida en Lima, una gran ciudad llena de contaminación, ruido y desorden: «Vendedores ambulantes, puestos de comidas rápidas, jóvenes que alquilan sus teléfonos móviles, cobradores del autobús que vociferan los destinos, cláxones sonando sin sentido y la ausencia de señales de tráfico hace de este lugar un auténtico desconcierto».
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